13 de junio de 2009

La conexión en medio de la distancia y la multitud

Revisando mis cosas, me di cuenta que tenía este post, de junio, a medio hacer, así que, como buen creyente que soy del destino y sus intenciones, decidí matar mi abandono, y acabarlo. Aunque no sé si era esto lo que en realidad quise decir.

Jueves, 10.00 p.m. Somos un grupo pequeño pero entusiasta. Estamos allí, en primera fila, quienes esperamos a quien fuera nuestro ícono de adolescencia y juventud. El que sentimos que nos cantaba Animal Nitrate a nosotros. Al oído. Los años pasaron, maduró con nosotros, se volvió serio, melancólico, melódico, místico, mítico. Al menos para nosotros. Quizás para otros simplemente no existió jamás. O si existió pasó por la memoria como quien ocupa un pequeño espacio de una pared (No haré referencia a la pared del parque de Closer, del que una de las protagonistas sacó su nombre, aunque, en realidad, lo acabo de hacer)
Y entonces aparece. Y nos hace saltar. Y nos transmite lo que no pudo hacía 15 años, porque Londres estaba tan lejos, y nosotros tan sumidos en nuestras propias dudas existenciales, en medio de un país tan adolescente como nosotros.

Y allí estaba, no en un estadio, no delante de miles, sino frente a un puñado de personas con memoria intacta, dispuesto a estrecharle la mano. Y estrechó la mía.
Siempre me pareció exagerado tratar de lanzarse sobre otro ser humano con tal de tocar al menos una pequeña parte de su ser. ¿Para qué? ¿Qué ganamos? ¿Qué logramos? ¿Cómo nos hace diferentes, nuevos, salvos?
Y sin embargo, allí estaba, dándole la mano. Y en medio de la distancia, de la multitud, acababa de tocar mis años adolescentes. Tal cual. Era como darme la mano a mí mismo, al del pasado, al que bailaba sólo contra la pared, al que no daba la mano.

Era algo parecido a cuando te encuentras con esa persona que te hizo tanto mal y no pudiste perdonar, y se te revuelven las entrañas al verla pasar de pronto. O cuando miras a aquélla a quien juraste olvidar, y en segundos comprendes que el tiempo no sirvió de nada. Pero claro, no se compara, porque eres tú mismo.
Entonces valdría preguntarse ¿Y qué siente el artista cuando esto sucede? ¿Sentirá algo? ¿Sentirá cómo se transmuta y convierte en muchos otros? ¿Se verá en nuestros ojos? ¿Nos verá en los suyos? Nunca lo sabré. Pero me gustaría creerlo.