30 de septiembre de 2013

¡Oye, Esteban!

Son las 3.50 a.m., e increíblemente esta noche estás dejando dormir a mamá. Gracias por eso.
¿Sabes? Dicen que aún no estás listo para salir, que tienen que pasar todavía unos cuantos días, pero eso a ti no te importa, y pateas, y empujas y te esfuerzas por ver cómo es todo acá afuera. Quizás sea momento para contarte algunas cosas, antes que alguien más se me adelante, o que tus ojos - como los de todos los demás de nuestra especie - empiecen a jugarte malas pasadas, mostrándote fracciones antojadas de la realidad.
Podría comenzar diciéndote que valdría la pena no estar tan emocionado, ni tener tantas ganas de salir. Las cosas aquí afuera no van muy bien que digamos. Los de nuestra especie quieren acabar con todas las demás especies - no preguntes por qué - y con los de su propia especie - tampoco preguntes -. Ah, y con el mundo. Quizás por eso hasta ahora no has escuchado las noticias de la televisión. Y no es que nos tapemos los ojos. Las leemos, las seguimos, nos las cruzamos. Pero sentarnos a verlas, se nos hace un poco masoquista. Espero que comprendas. Pero, llegado el momento, si quieres, tendremos cable en casa, y si te portas bien, podrás elegir el canal para ver.
Podría continuar diciéndote que la mejor manera de ser feliz es esperando poco de los demás, porque esa idea de dar y recibir es un cliché hermoso que alumbra a unos cuantos, pero que a quienes como yo decidimos vivir de nuestra libertad, no nos ayuda mucho a llegar en pie al fin de mes. Recibe antes de dar, y luego veremos. Ese sería un buen primer consejo de padre de estreno.
Y después podría decirte que, infortunadamente, te tocó nacer en un lugar sin memoria, donde cometemos los mismos errores una y otra vez, en una especie de cine donde todas las noches se proyecta puntualmente la misma película, con espectadores que sufren de la amnesia más severa, y que a su vez son tan ingenuos que no sospechan que quienes habitan la pantalla son actores que siguen un guión que otro escribió hace ya mucho. Que preferimos decir "yo te llamo" a "no volverás a saber de mí", "yo me encargo" en vez de "que Dios te ayude", o "déjame ver qué puedo hacer por ti" en lugar de "pobre de ti, no hay nada que pueda hacer".

Podría decirte tantas cosas.

Pero tus ganas de salir pueden más que esas cuantas ideas que a veces cruzan por mi mente, cuando pienso en el suelo en el que pondrás tus pies dentro de poco.
Esas ganas de venir que te nacen así porque sí, son las que me hacen pensar que quizás estás inquieto porque quieres que las noticias sean otras, y para eso, necesitamos personas que quieran empezar por ser eso: Personas. Las noticias no se escriben solas, pequeño, alguien las hizo, con sus acciones. Así que allí está el secreto: Que tus acciones sean dignas de cambiar los titulares sombríos y grises, por anuncios luminosos. No será fácil, pero no estarás solo.
Esas mismas ganas de venir son las que me recuerdan cada vez que tomamos la última moneda que tenemos en el bolsillo para comprar ese producto que no necesitamos, pero que es la venta que esa persona necesitaba para poder vivir un día más. Pregúntale a tu hermana. Ella está contenta porque muchas veces ha comido "el caramelo más rico del mundo", no por su sabor, sino por su valor. No importa si no lo entiendes ahora, ya lo sabrás, y lo verás y (espero) lo harás en su momento. Porque nadie recibe lo que primero no dio. Si alguien te dice lo contrario, no le creas. Recuerda: Nuestros ojos nos juegan malas pasadas.
Esas únicas ganas que me recuerdan el discurso del profesor de tango de La suerte está echada (me gustaría que veas esa película, en serio) sobre dar un paso al costado, salir del círculo, y dejarlo pasar, para empezar una nueva realidad. Completamente nueva. Empezando por un lenguaje completamente nuevo también, en el que podamos ser francos y honestos al decir que nos haremos cargo, que nos preocupamos, que veremos por el otro, que somos es más grande que soy.

¿Sabes? Vendrás en el momento preciso, ni antes ni después (como le digo a mamá cada vez que ella me pregunta cuándo calculo que vendrás. No le hace gracia mi respuesta, eso sí), y llegarás a un lugar en el que hay muchísimo por hacer. Prometo esforzarme hasta el cansancio, para no dejarte demasiada tarea pendiente, y heredarte algunas buenas costumbres que quisiera se vuelvan tradición. Pero eso queda por tu cuenta.

¡Oye, Esteban! Este mundo es único y maravilloso. No por lo que es, sino por lo que podemos hacer con él. Así que, aquí te espero. Con las mismas ganas que tú tienes, de estar aquí. No te apures, pero tampoco te demores.


Tu papá.